Adrián, talento y discreción
“De pequeño obligaba a su padre, minero jubilado, a recorrer diariamente 80 kilómetros porque en su pueblo no había equipo de fútbol 11”
-”Ya voy Mamá, ¡que estoy hablando con la Prensa!”
Aquel día de agosto de 2007, Adrián descansaba en su casa de Teverga recién llegado del Mundial Sub20 de Canadá. Su Bota de Plata llamaba la atención de los medios de comunicación asturianos. “Tío, no me dejan ni comer. Y tampoco es para tanto. Lo hacemos ahora si quieres. ¿Tienes la grabadora puesta ya?”
A Adrián López (Teverga, Asturias, 1988) siempre le han impuesto los micrófonos una barbaridad. Cuanto antes se quite el marrón, mejor. “La Prensa”, la llama él, le cohíbe hasta el punto de atender a la justa y necesaria, habitualmente por obligación. Esa parte de su trabajo le aborrece tanto como el punto mediático del fútbol. A saber, para alguien acostumbrado al silencio que emana de las paredes montañosas de Teverga no debe ser del todo cómodo el ajetreo del fan, sentirse observado en un simple paseo por Oviedo, por ejemplo.
Pero Adrián es eso, un tipo sencillo que se entrega a los suyos y va a lo suyo: el gol. El resto lo respeta, pero en ningún sitio disfruta más como en el terreno de juego. Al contrario que su desparpajo en el campo, su timidez fuera de él ha ido moderándose a medida que ha ido creciendo y madurando como jugador. De aquel adolescente enganchado al Messenger bajo el nada rebuscado nick de “Adry” queda lo fundamental: talento en el futbolista y humildad en la persona. Las muletillas asturianas se le han ido de sus expresiones pero sigue sonando igual de bonachón; uno de los nuestros, de Oviedo y del Oviedo.
Criado en un concejo de tradición minera, Adrián exhibe una personalidad reservada y cabezona. De pequeño obligaba a su padre, minero jubilado, a recorrer diariamente 80 kilómetros porque en su pueblo no había equipo de fútbol 11. El Oviedo capturó su talento y antes de la mayoría de edad debutó en Segunda B: 30 partidos, 3 goles. Delantero espigado y escurridizo, hábil, listo y veloz, deslumbró en aquel maltrecho césped del Tartiere asistido por un socio de lujo: Michu. El Deportivo le ofreció el paraíso de Primera, irresistible oferta para un chico de 18 años que llegó a A Coruña después de un gran lío institucional. Allí empezó a disfrutar de la elite. Un día, con motivo de una visita del Barça, andaba por Riazor un fotógrafo conocido de Oviedo. “¿Tienes alguna foto en la que coincida con Ronaldinho?”, le preguntó. “Mándamela por el MSN”, añadió.
Su carta de presentación en Primera fue una carrera mano a mano con un campeón del mundo como Thuram y una definición magistral frente a Valdés. Aquel en el Camp Nou fue su primer gol en Primera División. Después, se pasaría dos años sin anotar, una irregularidad que de alguna manera ha marcado su trayectoria hasta ahora y que le ha granjeado muchas críticas a lo largo de su trayectoria.
Adrián es un delantero con más talento que determinación, con más imaginación que remate. Sus goles son más bellos que numerosos; nunca ha pasado de la decena en Liga. Hasta su llegada al Atlético de Madrid le costó coger carrerilla en el torneo de clubes. En el Deportivo, donde se afianzó hasta la temporada del descenso, marcó 13 goles en 92 partidos. Así que Adrián siempre ha saciado su hambre anotadora con la Selección, una especie liberación para él, fijo en todas las categorías inferiores. En el Mundial de sub 20 de Canadá sólo metió menos goles que Agüero y en el Europeo de Dinamarca en 2011 fue, además de campeón, máximo goleador con 5 goles.
Ese año saltó al Atlético después de otro ruido institucional. Allí se hizo (y le hizo) campeón y supercampeón. Pero realmente nadie reparó en su fichaje hasta que él convenció a todos sobre el césped, incluido a Del Bosque. Porque allí, donde importa la pelota y no el micrófono, es donde mejor se expresa, sin palabras, con el poder de su imaginación.
FOTOGRAFIAS: Jonás Sánchez @jonas_sanchez
TEXTO: Miguel L. Serrano @mlserrano
periodista de LA GACETA y PUNTO PELOTA
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