martes, 19 de abril de 2011

SLAVISA JOKANOVIC




Nostalgia del ajedrecista


“¿Todavía no sé qué le veis todos los entrenadores a este jugador”, la frase de Paco González, director por entonces del Carrusel deportivo de la SER, fue tomada por Radomir Antic como una afrenta personal. El serbio había sido siempre uno de los grandes defensores de Jokanovic y no entendía otra postura que no fuera la de reverenciar el juego del serbio. “Fíjate, cuando recibe el balón ya sabe de antemano dónde va a acabar”, respondió Antic. Con esta guía acelerada para entender el juego del serbio, Paco González abandonó el reino de los incrédulos. Jokanovic, como los buenos ajedrecistas, siempre iba un paso por delante. Donde otros veían la inmediatez, Joka interpretaba los primeros pasos de una construcción más compleja.

De tallo erguido, elegancia en la pose y envergadura de jugador de baloncesto, Slavisa Jokanovic marcó a su manera una época en el Oviedo. Claro que eran otros tiempos. Con los azules paseándose con orgullo por Primera. Puede que la nostalgia juegue a favor de ensalzar a los que no estaban. Por entonces se hablaba de fútbol. Nada que ver con descensos administrativos, escándalos financieros o dirigentes incompetentes. Sólo fútbol. Y el serbio era el que mejor interpretaba este arte.

Jokanovic nunca hizo un esfuerzo si no era estrictamente necesario. ¿Para qué? Estaba lejos de los medios centros demagogos de la actualidad. Lo suyo no iba con la contención o el equilibrio, términos usados por los periodistas cuando no saben cómo definir a un pivote. Nunca hizo un aspaviento de cara a la galería, ni inició carreras sin más objetivo que el reconocimiento de la grada. Lo suyo tenía que ver con la mente. Con la inteligencia futbolística.

Precisamente la inteligencia es una de los grandes déficits del fútbol moderno. Ahora que predominan los jugadores con un físico privilegiado, abdominales de hierro y trabajo visible en los gimnasios pero con poco conocimiento del juego, uno echa de menos a jugadores inteligentes. Jokanovic lo era. El serbio nunca necesitó de sus 190 centímetros para destacar. Daba la impresión de que si mediera 20 centímetros menos hubiera tenido una repercusión similar. Desde su atalaya las jugadas tenían una traducción práctica que otros ni se imaginaban.

Dicen que los amores de la adolescencia son los más intensos. También los futbolísticos. Para mí y otros muchos de mi generación, crecer en el viejo Tartiere viendo las evoluciones de Jokanovic fue un lujo que el paso del tiempo ha terminado de ensalzar. Viendo el actual Oviedo en particular y el fútbol de hoy en día en general uno echa de menos a jugadores como Jokanovic. El futbolista que descartaba la inmediatez para pensar qué ocurriría después. Como los mejores ajedrecistas.



TEXTO: NACHO AZPARREN

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